viernes, 19 de diciembre de 2008

Lo bello es el objeto de un goce incondicional




El conocimiento de lo bello no es sino el inicio de una senda de medios hacia un fin específico. Lo sublime, en cambio, es el dominio de lo descomedido, lo inacabable, lo ilimitado.

"la sublimidad no está confinada en cosa alguna en el ambiente, sino en el alma misma, en cuanto conquistamos la conciencia de que somos más que el ambiente que habita en cada uno y en consecuencia, también que el ambiente que nos acoge"

En la masa sola no destella lo bello. El contenido tosco actúa en lo individual, en lo inmediato y sensitivo. La belleza, núcleo de lo estético, necesita un signo y su totalidad. Este signo comunica también la idea, la esencia humana, el individuo ideal. La humanidad genuina que comunica lo estético es la unidad donde el signo, la mente, el pensamiento, y lo palpable, lo físico y sensual, se completan melodiosamente.

El individuo gime y agoniza en la disociación. La descomposición lo despoja de su genuina humanidad. Su vida oscila en medio de lo mecánico y lo simulado. Sólo en la senda de la mediación con su unidad ideal, el individuo vuelve a su genuino destello, su auténtica condición humana. Sólo lo estético sana y une, despuntando lo falso, consolidando al individuo.

El conocimiento estético de la belleza exhuma un instinto hasta hoy desconocido, no cultivado, que nace de la distinción de los dos instintos iniciales que dividen al individuo.

La belleza no destella en las desnudas sensaciones, en un simple vahído sensitivo, necesita de un signo, de un símbolo, de un chispazo afín al pensamiento. A su vez, este símbolo no es belleza sin su fusión en un contenido elemental.

Y la belleza es convenientemente la facha.

El aspecto estético es el más vivo destello de la independencia. Es un espontáneo jugueteo que constituye la esencia de la idea, la cosa bella.


La lúdica espontaneidad ingeniosa tiene sus semejantes en el mismo medio ambiente.
El insecto aletea, o el ave canta, no obedecen al mandato de la necesidad, sino que expanden espontáneamente su intensidad vital.

El hábitat así manifiesta su independencia, juega, no se ocupa; es espontánea invención, no despótica necesidad. No obstante, el juego en el hábitat es juego físico, no aún juego estético. Juego estético que nos conmueve más allá de la simple sucesión de las imágenes.

Desde su independencia imaginativa, el sujeto se mueve de una imagen a una distinta. Manifiesta así su independencia de la coacción ajena, de la imposición de una misma sucesión de causas y efectos, de este alba, al que le sigue continuamente esta noche, de esta noche, a la que constantemente le sigue esta nueva mañana.
Aun así la imaginación como espontánea sucesión de imágenes e ideas, nos habla de una independencia aún pasiva.

Es la independencia de un tipo auténtico, ineludible y constante. Aun en su más alta autonomía, la imaginación baila cuando idea una nueva imagen independiente que se enclava en medio de lo fugaz y sensible.

Así el individuo juega, su instinto de juego vive y actúa cuando idea una nueva imagen que embellece las cosas, los objetos, o el aspecto humano, con una bella fachada estética. No es un pathos lúdico que juega con algo específico. Es el juego como dimensión plena de la independencia y la vida. Es despliegue . Es el instinto de juego. Cuya belleza conduce al gusto y al goce.

El individuo se pule, juega y, así, el "impulso estético", lo guía hacia "un dominio nuevo, un dominio campante de juego y de aspecto, donde el individuo se despoja de los lazos que constantemente le tienen sujeto y se desata de todo cuanto es coacción, tanto en lo físico como en lo púdico"

"Mi goce se halla en tu goce y obedezco todos tus deseos"




(Kant)

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